Primera Parte
Hagan Palitos y Bolitas -nos decían en la primaria- y cuando inicié la carrera en una de mis materias nos pidieron lo mismo.
"Las ideas hay que aprender a plasmarlas de alguna forma para que se puedan interpretar", esa frase la ocupo cada vez que me preguntan ¿Cómo puedo dar a entender lo que estoy creando en mi imaginación? y para lograrlo no tenemos otra opción que aprender a materializar nuestras creaciones, eso precisamente es conceptualizar tu proyecto.
El dibujo y el modelado son la forma más socorrida para lograrlo, pero antes hay un paso imprescindible para avanzar «la conceptualización del proyecto arquitectónico» y desde mi trinchera siempre he considerado que para lograrlo solo tienes un par de opciones: forma o funcionalidad. Ambas opciones son válidas y se pueden tener excelentes resultados pero lo que sí está claro es que se requiere de algo excepcional para conceptualizar un proyecto y lograr que su resultado asombre a quien lo vive y lo admira.
Lejos de tener una habilidad nata para el diseño o para conceptualizar un proyecto arquitectónico, hace falta también un proceso que nos sirve de apoyo para llevarlo a cabo, como dicen algunos "una receta de cocina", que bien elaborada puede llevar tu concepto a un proyecto de calidad.
En la etapa de la conceptualización logras:
Interpretar
Visualizar
Imaginar
Crear
Cuando pasas a la etapa del diseño podrás:
Expresar
Explicar
Plasmar
Demostrar
La etapa del desarrollo de proyecto es la mas agotadora y podrás conseguir:
Acondicionar
Adaptar
Adecuar
Corregir
Y finalmente llegas a tu producto final donde alcanzas a:
Direccionar
Sensibilizar
Designar
Constituir
En la conceptualización obtienes los primeros trazos, el modelo inicial, el esquema de lo que llegará a ser un producto de calidad y echas mano de lo que sirva de inspiración: formas, texturas, colores, diseños naturales, de todo.
En la segunda parte detallaremos el proceso completo para llegar hasta la satisfacción del cliente y el usuario final.
Sonia González
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